La región alfarera de Amatenango del Valle y sus relaciones de capital social. Un modelo de etnodesarrollo

Sheila Delhumeau Rivera

Profesora Investigadora en la Universidad Autónoma de Baja California (uabc), México (sheila@uabc. edu.mx). Orcid.org/0000-0001-8817-933X, Universidad Autónoma de Baja California, México

47. 2019 ; Esp.


Amatenango del Valle está localizado en una región en Chiapas donde la lucha entre la tradición y el progreso están presentes desde la Colonia. En este espacio social los actores han generado sus propias estrategias, vinculadas a herencias culturales, para alcanzar mejores niveles de bienestar, anteponiéndose a desequilibradas relaciones de poder no sólo con el Estado, sino dentro de la misma comunidad y familias, en las relaciones de género.

En este libro se analiza el fenómeno de la alfarería de Amatenango, ubicado en la Región V Altos Tsotsil Tsetsal, como un modelo de etnodesarrollo, al considerarse que esta actividad ha significado una alternativa económica y de continuidad cultural para las alfareras. De esta manera, el objetivo general del trabajo es analizar cómo el capital social de la región alfarera de Amatenango del Valle ha incidido en la alfarería como modelo de etnodesarrollo y ha generado las redes sociales necesarias para su funcionamiento.

El documento se estructura en cinco capítulos en los cuales la autora presenta los resultados de su tesis doctoral, con el interés de entender más “la forma cómo los actores sociales resuelven su desarrollo a través de una actividad económica, cultural y territorialmente arraigada y por las redes sociales que constituyen… Por ello, se parte del análisis del capital social existente entre las alfareras de Amatenango del Valle como el elemento predominante dentro de la actividad económico-cultural de la región y su necesario reconocimiento e inclusión dentro de las políticas públicas de desarrollo social” (Soberano Serrano, 2018, p. 9).

Es un documento que aporta para el entendimiento de las alternativas de desarrollo que han construido para su supervivencia los ciudadanos en México excluidos de los programas sociales y económicos tradicionales. Chiapas, con su enorme riqueza en recursos naturales, culturales y sociales, es un estado que se encuentra entre los más pobres del país, donde las iniciativas de gobierno no han alcanzado a la población más vulnerable ni han alcanzado a cubrir temas trascendentales como el bajo nivel de desarrollo humano en el estado, los asuntos de inequidad género, las grandes desigualdades y la injusta redistribución de la riqueza, entre otros.

Es por esto que el caso de Amatenango del Valle que se nos presenta es tan interesante. La actividad de la alfarería en la localidad, con una historia comunitaria que data de tiempos prehispànicos, es realizada por las mujeres indígenas en el interior de las unidades domésticas. Ellas dividen las labores de producción con los hombres, llevando a cabo el trabajo con el barro, la elaboración de las artesanías y, en ocasiones, junto con los varones, el decorado y comercialización.

La alfarería es una actividad económica para la cual las mujeres no se separan de sus labores tradicionales dentro del hogar, donde permanece el rol tradicional femenino, pero a partir de la cual se han convertido en actoras fundamentales para el desarrollo de su municipio, donde también fungen como lideresas y cohesionadoras de la estructura social a través de la construcción de redes. De manera que la alfarería se ha convertido en una actividad que trasciende lo económico y vincula la cultura con el territorio, la vida familiar y las relaciones de género tradicionales, generando cambios en la vida cotidiana de las personas.

La autora, en su interés por encontrar las particularidades que han hecho a esta actividad exitosa en esta localidad, señala que es evidente la participación de las mujeres en el desarrollo de su municipio a través de la formación de redes construidas por generaciones, a partir de relaciones de confianza, reciprocidad y cohesión social, y produciendo capital social. Así pues, la alfarería es una actividad que las vincula con las políticas públicas (con el gobierno y sus estructuras), al mismo tiempo que media y reconfigura la vida cultural de la comunidad, constituyéndolas como entes económicos. En este sentido, se recomienda el capítulo 2, donde la autora hace un análisis sobre las políticas públicas y su relación con el desarrollo de la región, en los cuales tradicionalmente se ha considerado a los indígenas como “atrasados” y cuya tendencia ha sido “incorporarlos” al modelo homogeneizante de desarrollo nacional, donde señala:

Como sucede en la fragmentación ocasionada por la definición de objetivos o requisitos propios de los programas sociales, definidos desde una perspectiva distinta a la realidad existente en las comunidades, en este caso específico a la región alfarera de Amatenango del Valle, es evidente que los programas seleccionados han sido insuficientes u omisos porque tienden a alejarse del etnodesarrollo, pues hacen a un lado la convergencia entre territorio e identidad cultural, implementan de manera negativa y con exclusión la participación de los pueblos indígenas, abonan a la concepción de la contraposición de los derechos colectivos versus los individuales y al nulo reconocimiento de sus decisiones y de su libre determinación (Soberano Serrano, 2018, p. 83).

El capítulo 3 también hace una rica descripción del proceso de construcción de la investigación y sus métodos, de las herramientas cualitativas y cuantitativas empleadas para realizar la investigación. Esto es muy valioso para comprender el proceso que siguió para llegar a sus resultados y abrir la posibilidad de dar seguimiento al caso o hacer estudios comparativos. Además, en la sección de anexos se comparte el trabajo metodológico que desarrolló: la guía de entrevistas y formato de encuestas. Para los estudiantes o los interesados en desarrollar este tipo de trabajos, sin duda, es un material digno de consulta.

Retomar el concepto (la idea) del capital social, que es uno de los ejes del libro, “como un recurso preponderante en las relaciones económicas y socioculturales” (Soberano Serrano, 2018, p. 15), tiene relevancia porque trae una vez más al concepto a las raíces que le dieron origen: los estudio regionales. Analizar una población de la región de Los Altos de Chiapas se explica porque:

En esta región socioeconómico-administrativa se encuentran 15 de los municipios que presentan más alto grado de marginalidad en el estado, lo que se relaciona estrechamente con la condición étnica, ya que históricamente han existido exclusiones sociales y políticas públicas indigenistas de asistencia social y centralizadas que han originado dependencias, subordinaciones, inequidad, así como desigualdad política y económica (Soberano Serrano, 2018, p. 18).

Estas inequidades, relacionadas con el proceso de construcción histórica de la región, se reflejan en los factores identitarios, en los roles sociales y en la percepción de la vida cotidiana en las comunidades. Por eso, que este libro trate de comprender cómo en una comunidad un grupo social doblemente vulnerable (el de las mujeres indígenas), tradicionalmente sometido, ha trascendido su condición y negociado su rol con sus contrapartes lo vuelve relevante porque no estamos hablando de una radical transformación —no se volvieron feminazis—, sino de una transformación engendrada a partir de la colaboración entre ellas y de la influencia de una serie de condiciones externas que poco a poco las fueron sacando de su rol tradicional, convirtiéndolas en agentes de cambio, pero no solas, sino como colectivo; incluso a las lideresas, empoderadas a partir de la propia comunidad.

Estos ajustes, estas negociaciones y este apoyo, solidaridad y empatía los retrata la autora en los resultados de su investigación, y encuentra en el proceso de la alfarería de Amatenango el lugar donde esta construcción de la colectividad se manifiesta

como un modelo de etnodesarrollo por medio del cual los actores sociales [las alfareras] han decidido la forma de producción, diseño, comercialización y transformación de sus productos de acuerdo con las necesidades que han ido resolviendo con y por el mercado, que han generado distintas redes sociales (cuando estas se presentan) en las que se manifiestan las relaciones de capital social en la región, así como la posibilidad de detectar los aspectos identitarios que conforman el trabajo artesanal realizado (Soberano Serrano, 2018, p. 35).

Es decir, producen, recrean y reproducen su identidad, su realidad social, económica y cultural, manteniéndose vigentes.

La autora presenta el papel de las mujeres en la organización laboral y comunitaria, y las clasifica como productoras, intermediarias, lideresas y los espacios en los que se mueven: el doméstico, el económico y el político, lo que redimensiona la visión tradicional de las mujeres en este espacio social, y las empodera volviéndolas el recurso fundamental para la construcción del capital social.

Aun con los conflictos por la escasez de recursos y tenencia de la tierra, y por las presiones sociales de formar parte de un particular estilo de trabajo:

El capital social regional se presenta como recurso y como elemento preponderante […] a través de las relaciones de confianza, cooperación y las dimensiones de capital social detectadas como la alfarería se transmite, enseña, comparte, vincula al territorio, comercializa, difunde y va generando procesos de acción colectiva, participación ciudadana e incluso empoderamiento en las alfareras (Soberano Serrano, 2018, p. 138).

En sus conclusiones, la autora refuerza la idea de que la alfarería debe considerarse como una de las actividades económicas propias del etnodesarrollo, en la cual, de manera comunitaria y bajo el liderazgo de las mujeres indígenas, se toman decisiones y se planea el desarrollo regional, utilizando productos locales para su elaboración, que los vincula y arraiga con su territorio, a la vez que reproduce la identidad colectiva, convirtiéndose, además, en la fuente de recursos que no obtienen de otra manera.

El libro cuenta con una narración que lleva de la mano al lector por esa región chiapaneca y lo adentra en los espacios íntimos de las alfareras, acercándolo a ellas, a su creatividad, a sus ganas y a sus éxitos; es didáctico, también, en su presentación de los aspectos teóricos y metodológicos que construyen el estudio. El texto tiene narraciones hermosas, coloridas y pintorescas: sobre el tendido de los puestos a lo largo de la carretera y las actividades que se desarrollan en él; sobre las relaciones y la forma en que se organizan las mujeres en los espacios económicos, entre otros.

Considero que hacen falta estudios como éste, que vinculen al territorio con la identidad cultural y los procesos de desarrollo endógenos, con su adaptabilidad al paso del tiempo y a las exigencias del sistema económico, garantizando la trascendencia cultural.

El libro La región alfarera de Amatenango del Valle y sus relaciones de capital social. Un modelo de etnodesarrollo es una publicación de la uabc, seleccionado en el concurso del libro universitario en su colección de tesis. El documento, de 2018, cuenta con 223 páginas y un tiraje de 5,000 ejemplares.

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