Desplazadas por la guerra en los márgenes del Estado 1
El libro Desplazadas por la guerra. Estado, género y violencia en la región triqui, de Natalia de Marinis, se constituye como un estudio académico relevante del desplazamiento forzado de 150 familias triquis en Oaxaca, entre noviembre de 2009 y octubre de 2010. Esto como consecuencia de las luchas políticas por la libre determinación en la región triqui baja. La obra es producto de una investigación sustentada en seis años de trabajo etnográfico en la región triqui y en el plantón de desplazados triquis, en la ciudad de Oaxaca.
El libro recupera los testimonios de distintas mujeres en el contexto de la masacre y despojo ocurridos en el año 2009, así como de aquellas que continuaron en la región y quienes, en ese momento, radicaban en la ciudad de Oaxaca. La autora aborda las voces silenciadas de estas mujeres respecto a las narrativas del conflicto y sus memorias en torno a la histórica conflictividad sostenida en la región Triqui. Ello permite hilvanar una visón compleja sobre la formación del Estado, la inseguridad en la región y la agencia de las mujeres indígenas en ese contexto.
El caso triqui, nos comenta la autora:
Se convirtió, por la extrema violencia vivida y por el ataque hacia personas externas a los triquis, en uno de los casos de violencia en regiones indígenas de mayor resonancia a lo largo del país, y también en el ámbito internacional. Un estado de guerra, donde parecía que ningún tipo de legalidad, de justicia, de esclarecimiento fueran posibles, como manifestación de un estado de excepción, una zona ambigua e incierta donde los procedimientos en nombre de la ley […] eran extrajurídicos y antijurídicos. 3
Los estudios sobre desplazamiento forzado en México, a diferencia de las investigaciones en Latinoamérica bajo escenarios de conflicto violento, son aún incipientes. De ahí la relevancia de este trabajo, que se constituye en una notable aportación a esa temática. Como lo sostiene la autora:
El desplazamiento forzado configura una crisis humanitaria oculta en México. La ausencia de mecanismos para su medición y el establecimiento de medidas de protección se suma a la controversia sobre las imprecisiones estadísticas cuyo efecto es una invisibilización política y una experiencia aún más traumática para los desplazados. 4
El libro procede de la investigación doctoral de la autora; obtuvo distintos reconocimientos, como el de la Academia Mexicana de Ciencias a la mejor tesis doctoral. Uno de los méritos es el trabajo etnográfico realizado en medio del desplazamiento forzado, que se conforma por memorias y testimonios de mujeres que fueron desplazadas, pero también es un trabajo de archivo que permite ver la profundidad histórica del conflicto en la región Triqui. Este grupo fue construido como el otro a la conciencia racional nacional, en la formación del Estado mexicano. De ahí que hayan sido una población sometida a múltiples violencias interseccionales, sostenidas por el racismo, el cacicazgo, la militarización en el contexto de la guerra sucia del siglo XX, y el despojo de sus territorios.
La autora señala que incluso los reportes oficiales del Estado, y el conocimiento antropológico de finales del siglo XIX e inicios del siglo XX, contribuyeron al estigma del triqui como violento, al caracterizarlo como irredento, bélico y antiprogreso. Como ejemplo de ello, la autora cita a Martínez Gracida (1896), historiador y político oaxaqueño cercano a Porfirio Díaz, quien describía a los triquis de la siguiente manera:
Son de carácter altivo pues se creen superiores en fuerza y riqueza a los demás, lo que los hace aparecer como soberbios: Indomables porque no subordinan su genio […] Valientes porque no saben medir el peligro, ni calcular las consecuencias, se arrojan a las vías de hecho como lo hicieron desde 1832 hasta 1848 en que permanecieron sustraídos a la obediencia del gobierno […] Inciviles porque les gusta el aislamiento pues viven en la soledad de los montes. 5
Incluso Fernando Benítez se preguntaba si “¿Copala es parte de México? ¿Los triquis son mexicanos?”, a lo que respondía: “No. Los triquis son los triquis. Ni ellos nos entienden a nosotros ni nosotros somos capaces de entenderlos a ellos”. 6 Natalia de Marinis argumenta que esa imagen de lo triqui cumplió con tecnologías de poder en donde su salvajismo, rebeldía y “aislamiento” ―como lo plantea el estigma recabado de los documentos históricos―, justificó una serie de intervenciones estatales y no estatales. Estas buscaron regular y controlar a la población, precisando de una dosis de violencia, con un tipo de gubernamentalidad en el margen del Estado. La violencia permitía la segregación económica que consentía continuar con los despojos territoriales y acaparar la producción económica de sus tierras. Además, se buscaba someterlos a una especie de régimen de extracción a partir del café, el aguardiente y la venta de armas, por medio de la extorsión para impartir justicia.
El libro señala que la violencia vinculada a las formas de despliegue del desarrollo en la región triqui implicaron una forma de control que interconectaba ambos procesos, a manera de una “securitización del desarrollo”. La autora explica que la representación de los triquis como “aislados” encubrió una forma desigual de su integración, los triquis tuvieron contacto con una serie de autoridades mestizas, instituciones como el ejército, los acaparadores de café, el Instituto Lingüístico de Verano, los conventos de monjas y después la militancia en el Partido Revolucionario Institucional. Sin embargo, la representación de su aislamiento favorecía a la extracción de sus riquezas.
El estudio nos presenta diferentes contextos de incorporación de comunidades triquis al PRI a partir de los años sesenta y los conflictos con los opositores. Ello resultó en asesinatos selectivos de liderazgos y el posterior surgimiento de una izquierda triqui, que se expresó en el Movimiento de Unificación y Lucha Triqui (MULT), surgido en los años ochenta.
El MULT, con el paso del tiempo, se convirtió en una organización muy asediada por pistoleros del PRI y también triquis de otras filiaciones políticas, gracias al financiamiento del PRI de Oaxaca que buscó desarticular la organización durante décadas, con muchos asesinatos y la partida de muchos líderes al exilio. No obstante, la organización sobrevivió, pero fue virando sus intereses. Así, se originó un nuevo grupo que comenzó a impulsar ideas de autonomía, siendo luego impulsado por la Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca (APPO) desde la ciudad de Oaxaca, en la coyuntura de 2006.
La violencia histórica y estructural tuvo un nuevo giro a partir de la constitución de San Juan Copala como municipio autónomo en 2007. Ahí, el repertorio de violencia cambió hacia asesinatos indiscriminados, violaciones y desplazamiento forzado de la población identificada con el proyecto de autonomía. Este periodo de violencia tuvo mayor resonancia, incluso a nivel internacional, a partir de los asesinatos de Bety Cariño y Jyri Jaakola en abril de 2010. Mientras pretendían ingresar en caravana a San Juan Copala, con víveres para los simpatizantes autonomistas, fueron asesinadas por paramilitares.
El libro recoge estas experiencias del desplazamiento, al hacer etnografía desde el lugar de la expulsión, así como en el plantón del zócalo de Oaxaca, documentando la emergencia de nuevas formas de acción política. En el desplazamiento, cobra especial interés el papel de las mujeres, quienes lo experimentaron de manera terrorífica.
Las mujeres, nos dice Natalia, encararon una lucha por el reconocimiento del agravio colectivo del desplazamiento y por la justicia para su pueblo. Apuntaron a un continuo de violencia histórica y ubicaron el ataque a sus cuerpos más allá del cuerpo individual y biológico, reflejando la manera en que ese cuerpo se constituye en relación con lo material, lo territorial y lo colectivo. Cabe resaltar que la participación política de las mujeres triquis se debe a que su experiencia de autonomía permitió atenuar las masculinidades construidas en el conflicto.
En el libro está presente también un debate sobre las categorías que se han utilizado para entender la formación del Estado, el de pensarlo como objeto unitario y acabado, más que como un proceso imaginado que juega en zonas de indistinción, en los márgenes. Así también se ubica una advertencia del obstáculo epistemológico de romantizar las luchas sociales bajo las filias políticas de quien realiza la investigación:
En este libro situé los agenciamientos de mujeres, que lejos de ser derrotadas por el conflicto, se movieron, escondieron y encararon luchas sin precedentes en la región. Pero esta resistencia no la vi alejada del análisis del poder [...] es necesaria una crítica hacia aquellas visiones románticas de los procesos de resistencia que los ubican por fuera de las relaciones de poder y ver que si de algo nos sirve analizar la resistencia es porque nos permite realizar un diagnóstico del poder, sus manifestaciones y sus quiebres […] Una de las muchas enseñanzas que me dejaron las mujeres triquis fue que desromantizar la resistencia en un contexto traumático no significa desmerecer su agencia, sino respetar sus experiencias y miradas, y entender que apelar al heroísmo de un pueblo indígena que sufre como otros tantos se vuelve más una proyección externa de lo deseado que una fortaleza que les permitirá algún día superar la violencia y construir la paz. 7
fn1 De Marinis, Natalia, Desplazadas por la guerra. Estado, género y violencia en la región triqui, México, CIESAS-Publicaciones de la Casa Chata, 2019.
fn2 Instituto de Ciencias Sociales y Humanidades “Alfonso Vélez Pliego”, Benemérita Universidad Autónoma de Puebla (antonio.fuentes@correo.buap.mx) orcid.org/0000-0002-4575-9462
fn3 De Marinis, op. cit., p. 202.
fn4 Ibidem, p. 32.
fn5 Ibidem, p. 60.
fn6 Ibidem, p. 69.
fn7 Ibidem, p. 250.
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